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Imitacion De Cristo – Thomas De Kempis

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IMITACION DE CRISTO – THOMAS DE KEMPIS Tom?s de Kempis es un admirable escritor espiritual. Su obra literaria se divide en dos grandes secciones: asc?tica, que comprende un n?mero considerable de op?sculos y de sermones, e hist?rica, en la que se incluyen las biograf?as de Gerardo, el iniciador de la corriente espiritual que en la segunda mitad del siglo XIV brot? en los Pa?ses Bajos, y de sus disc?pulos.Sus obras asc?ticas revisten formas diversas: Meditaciones, Soliloquios, Di?logos, Sermones, Exhortaciones, Cartas, C?nticos, Plegarias.En sus op?sculos y en sus sermones ha tratado este autor de la vida y de las virtudes mon?sticas, de la vida interior, de la vida y de la pasi?n de Cristo, de la Virgen Mar?a, de la uni?n m?stica. La doctrina est? expuesta en forma de consejos o de sentencias.La redacci?n de los cuatro libros que componen Imitaci?n, una obra admirable, va de los a?os 1413 a 1426. FICHA TECNICA: Editorial: PORRUA A?o de edici?n: 2013 Colecci?n: SEPAN CUANTOS Formato: RUSTICA ISBN: 9789700745138 Edici?n: 14va. P?ginas: 190 INDICE: – Introducci?n. – Cronolog?a. – Abreviaturas. – Libro primero. – I. De la imitaci?n de Cristo y desprecio de todas las vanidades del mundo. – II. Del bajo aprecio de s? mismo. – III. De la doctrina de la verdad. – IV. De la prudencia de las acciones. – V. De la lecci?n de las Santas Escrituras. – VI. De los deseos desordenados. – VII. C?mo se ha de huir de la vana esperanza y la soberbia. – VIII. C?mo se ha de evitar la mucha familiaridad. – IX. De la obediencia y sujeci?n. – X. C?mo se ha de cercenar la demas?a de las palabras. – XI. C?mo se debe adquirir la paz y del celo de aprovechar. – XII. Del provecho de las adversidades. – XIII. C?mo se ha de resistir a las tentaciones. – XIV. C?mo se deben evitar los juicios temerarios. – XV. De las obras hechas por caridad. – XVI. Del sufrimiento de los defectos ajenos. – XVII. De la vida mon?stica. – XVIII. Del ejemplo de los Santos Padres. – XIX. De los ejercicios del buen religioso. – XX. Del amor de la soledad y silencio. – XXI. De la compunci?n del coraz?n. – XXII. Consideraci?n de la miseria humana. – XXIII. De la meditaci?n de la muerte. – XXIV. Del juicio y penas de los pecadores. – XXV. De la fervorosa enmienda de toda nuestra vida. – Libro Segundo. – I. De la conversaci?n interior. – II. De la humilde sumisi?n. – III. Del hombre bueno y pac?fico. – IV. Del coraz?n puro y sencilla intenci?n. – V. De la consideraci?n de s? mismo. – VI. De la alegr?a de la buena conciencia. – VII. Del amor de Jes?s sobre todas las cosas. – VIII. De la familiar amistad de Jes?s. – IX. Del carecimiento de toda consolaci?n. – X. Del agradecimiento por la gracia de Dios. – XI. Cu?n pocos son los que aman la Cruz de Cristo. – XII. Del camino real de la Santa Cruz. – Libro tercero. – I. Del habla interior de Cristo al alma fiel. – II. C?mo la verdad habla dentro del alma sin sonido de palabras. – III. Qu? palabras de Dios se deben o?r con humildad, y c?mo muchos no las consideran. – IV. Debemos conversar delante de Dios con verdad y humildad. – V. Del maravilloso efecto del divino amor. – VI. De la prueba del verdadero amador. – VII. C?mo se ha de encubrir la gracia bajo el velo de la humildad. – VIII. De la vil estimaci?n de s? mismo ante los ojos de Dios. – IX. Todas las cosas se deben referir a Dios como a ?ltimo fin. – X. En despreciando al mundo, es dulce cosa servir a Dios. – XI. C?mo se deben examinar y moderar los deseos del coraz?n. – XII, Decl?rese qu? cosa sea paciencia y la lucha contra el apetito. – XIII. De la obediencia del s?bdito humilde a ejemplo de Jesucristo. – XIV. C?mo se han de considerar los secretos juicios de Dios para que no nos envanezcamos. – XV. C?mo se debe uno haber y decir en todas las cosas que deseare. – XVI. En solo Dios se debe buscar el verdadero consuelo. – XVII. Toda nuestra atenci?n se ha de poner en solo Dios. – XVIII. Que se sufran con serenidad de ?nimo las miserias temporales, a ejemplo de Cristo. – XIX. De la tolerancia de las injurias y c?mo se prueba el verdadero paciente. – XX. De la confesi?n de la propia flaqueza y de las miserias de esta vida. – XXI. S?lo se ha de descansar en Dios sobre todas las cosas. – XXII. De la memoria de los innumerables beneficios de Dios. – XXIII. Cuatro cosas que causan gran paz. – XXIV. C?mo se ha de evitar la curiosidad de saber las vidas ajenas. – XXV. En qu? consiste la paz firme del coraz?n y el verdadero aprovechamiento. – XXVI. De la elevaci?n del esp?ritu libre, la cual se alcanza mejor con la oraci?n humilde que con la lectura. – XXVII. El amor propio nos estorba mucho el bien eterno. – XXVIII. Contra las lenguas maldicientes. – XXIX. C?mo debemos llamar a Dios y bendecirle en el tiempo de la tribulaci?n. – XXX. C?mo se ha de pedir el favor divino y de la confianza de recobrar la gracia. – XXXI. Del desprecio de todas las criaturas para hallar al Criador. – XXXII. De la abnegaci?n de s? mismo y abdicaci?n de todo apetito. – XXXIII. De la inconstancia del coraz?n y la intenci?n final se ha de dirigir a Dios. – XXXIV. Que Dios es para quien le ama m?s delicioso que todo y en todo. – XXXV. En esta vida no hay seguridad de carecer de tentaciones. – XXXVI. Contra los vanos juicios de los hombres. – XXXVII. De la pura y entera renuncia de s? mismo para alcanzar la libertad del coraz?n. – XXXVIII. Del buen r?gimen de las cosas exteriores y del recurso a Dios en los peligros. – XXXIX. Que el hombre no sea importuno en los negocios. – XL. Que ning?n bien tiene el hombre de suyo, ni cosa alguna de qu? alabarse. – XLI. Del desprecio de toda honra temporal. – XLII. Que nuestra paz no debe depender de los hombres. – XLIII. Contra la ciencia vana del mundo. – XLIV. No se deben buscar las cosas exteriores. – XLV. No se debe creer a todos y cu?n f?cilmente se resbala en las palabras. – XLVI. De la confianza que debemos tener en Dios cuando nos dicen injurias. – XLVII. Todas las cosas pesadas se deben padecer por la vida eterna. – XLVIII. Del d?a de la eternidad y de las angustias de esta vida. – XLIX. Del deseo de la vida eterna y cuantos bienes est?n prometidos a los que pelean. – L. C?mo se debe ofrecer en las manos de Dios el hombre desconsolado. – LI. Que debemos emplearnos en ejercicios humildes cuando no podemos en los sublimes. – LII. Que el hombre no se repute por digno .e consuelo, sino de castigo. – LIII. Que la gracia de Dios no se mezcla con el gusto de las cosas terrenas. – LIV. De los diversos movimientos de la naturaleza y de la gracia. – LV. De la corrupci?n de la naturaleza y de la eficacia de la gracia divina. – LVI. Que debemos negarnos a nosotros mismos y semejarnos a Cristo por la Cruz. – LVII. No debe acobardarse demasiado el que cae en algunas faltas. – LVIII. No se deben escudri?ar las cosas altas y los juicios ocultos de Dios. – LIX. Que toda la esperanza y confianza se ha de poner en solo Dios. – Libro Cuarto. – I. Con cuanta reverencia se ha de recibir a Jesucristo. – II. De la gran bondad y caridad de Dios que se manifiesta en este Sacramento para con los hombres. – III. Que es provechoso comulgar con frecuencia. – IV. De los muchos bienes que se conceden a los que devotamente comulgan. – V. De la dignidad del Sacramento y del estado del sacerdocio. – VI. Ejercicios para antes de la comuni?n. – VII. Del examen de la propia conciencia y del prop?sito de la enmienda. – VIII. Del ofrecimiento de Cristo en la cruz y de la propia resignaci?n. – IX. Que debemos ofrecernos a Dios en todas nuestras cosas y rogarle por todos. – X. Que no se debe dejar f?cilmente la sagrada comuni?n. – XI. Que el cuerpo de Cristo y la sagrada escritura son muy necesarios al alma fiel. – XII. Que debe disponerse de gran diligencia el que ha de recibir a Cristo. – XIII. C?mo el alma devota debe desear con todo su coraz?n unirse a Cristo en el Sacramento. – XIV. Del ansia con que algunos devotos desean el cuerpo de Cristo. – XV. Que la devoci?n se alcanza con la humildad y abnegaci?n de s? mismo. – XVI. Que debemos manifestar a Cristo nuestras necesidades y pedirle su gracia. – XVII. Del ardiente amor y vehemente deseo de recibir a Cristo. – XVIII. Que el hombre no debe ser curioso escudri?ador del Sacramento, sino humilde imitador de Cristo, sometiendo su parecer a la sagrada fe.